Con profunda tristeza, familiares, amigos y vecinos despidieron a Belén, una jovencita de tan solo 14 años cuya vida fue arrebatada de forma violenta en Soyapango. Su historia ha tocado el corazón de todo El Salvador, no solo por su corta edad, sino por la brutalidad con la que fue truncado un futuro lleno de sueños e ilusiones.
Según las primeras investigaciones, cuatro sujetos vinculados a la estructura criminal MS-13 habrían sido los responsables del hecho. Aún no se han determinado con claridad los motivos, pero lo cierto es que el dolor que han causado es inmenso. La pérdida de Belén se suma a una larga lista de víctimas inocentes que han sido alcanzadas por la violencia que por años ha golpeado al país.
Belén era una adolescente llena de vida. Tenía ilusiones, metas, una familia que la amaba y un futuro que apenas comenzaba a construirse. Fue velada con inmenso dolor y posteriormente acompañada hasta su última morada en un cementerio de su tierra natal, donde el silencio solo era interrumpido por los lamentos de quienes no entienden cómo pudo suceder algo tan injusto.
Este trágico caso nos recuerda que, aunque se ha avanzado mucho en la lucha contra las pandillas, aún persisten residuos de estructuras delincuenciales que representan una amenaza para la paz y la seguridad de los salvadoreños. La sociedad clama por justicia, por protección para los más jóvenes, y por un país donde ninguna familia tenga que enterrar a sus hijos por causa de la violencia.
A la familia de Belén, toda la fuerza y el consuelo posible en medio de este inmenso dolor. Que encuentren resignación en medio de la tormenta. Y a ti, Belén, que tu memoria no sea olvidada. Que tu nombre se convierta en un símbolo de por qué debemos seguir luchando por un El Salvador más justo, más humano y libre de miedo. Hasta siempre, pequeña.
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