El pasado sábado, en el parqueo de una tienda de la cadena Despensa Familiar en Guatemala, se vivió una escena que conmovió a quienes estaban presentes. Un vigilante de seguridad, con el rostro marcado por lágrimas y la mirada perdida, permanecía sentado sin poder abandonar su puesto. La razón era tan dolorosa como incomprensible: su hijo había fallecido tras no resistir una operación, y él no podía marcharse para acompañar a su familia porque la empresa no le enviaba un relevo.
En medio de su duelo, el vigilante solicitó un adelanto de 200 quetzales de su salario, una suma que para muchos podría parecer pequeña, pero que para él representaba la posibilidad de atender necesidades urgentes tras la tragedia. Sin embargo, la respuesta fue negativa. Esa indiferencia institucional contrastaba con el drama humano que se desarrollaba frente a los clientes y transeúntes, quienes observaban con impotencia.
Algunas personas que estaban en el lugar decidieron acercarse para ofrecerle víveres y palabras de aliento, intentando darle un poco de apoyo en medio del dolor. Lamentablemente, en medio de la confusión y la tensión del momento, nadie pidió su nombre ni su número de teléfono, lo que dificultó cualquier intento posterior de seguir ayudándole de forma más concreta.
Hasta ahora, no se ha podido confirmar si este vigilante trabajaba directamente para la cadena Despensa Familiar o si pertenecía a una empresa privada de seguridad contratada. Lo que sí es cierto es que su historia ha tocado profundamente a miles de personas, después de que se difundiera en redes sociales. La imagen de un hombre que, aun en medio de una pérdida irreparable, tuvo que cumplir con su trabajo sin recibir apoyo, ha despertado indignación, tristeza y un llamado colectivo a la empatía.
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