No fue por su cabello ni por sus aritos, Belén no merecía lo que le pasó, autoridades trabajan en el caso.

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Su nombre era Belén. Apenas tenía 14 años y su historia ha conmovido a todo un país tras hacerse viral por los hechos trágicos que ocurrieron en una zona verde de la Colonia 10 de octubre, en Soyapango. La noticia se esparció rápidamente, generando indignación, tristeza y un profundo llamado a la reflexión sobre la violencia que continúa arrebatando vidas inocentes, especialmente de quienes apenas están comenzando a vivir.

Belén ya no está con nosotros en este mundo. La pérdida de su vida no solo es devastadora para su familia, sino para toda una comunidad que clama por justicia. Las autoridades han capturado al menos a cuatro sospechosos, vinculados a la estructura criminal de la MS-13, señalados como presuntos responsables de este acto de brutalidad. La investigación continúa, y la sociedad entera espera que este crimen no quede impune.

Es doloroso ver cómo algunos intentan justificar lo injustificable. No importa si Belén llevaba aritos en la nariz o si tenía el cabello teñido: nada en su apariencia podía jamás justificar el horror que sufrió. El ensañamiento contra ella no puede encontrar excusa en prejuicios ni en estigmas absurdos. No se trata de cómo vestía o lucía, se trata de que era una niña, una vida valiosa, y nadie tenía derecho a arrebatársela.

Desde lo más profundo del corazón, expresamos nuestro sentido pésame a la familia de Belén. No hay palabras suficientes para consolar semejante pérdida, pero sí hay una exigencia clara: justicia. Que este dolor no se apague en el olvido ni en la indiferencia. Que Belén descanse en paz y que su historia no sea en vano, sino un recordatorio de que debemos seguir luchando para construir un país donde ninguna niña vuelva a ser silenciada por la violencia.


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