Encarnación, no sabe de letras ni números, pero no quiere que los niños del caserío pasen por lo mismo; hace varios años donó el terreno donde funciona la escuela del cantón.
A los ocho años de edad, Encarnación Umaña Ruiz empezó a trabajar en la tierra en los cultivos del maíz, frijol y otras faenas del campo, debido a que en el caserío no había una escuelita. La única opción era la escuela del centro de Lislique, pero debido a la cantidad de alumnos no lograban darle cobertura a todos.
Encarnación vive en el caserío Los Ruiz del cantón Las Pilas, en el distrito de Lislique, La Unión Norte. Él es una de las decenas de personas adultas mayores de esa zona que forman parte de las estadísticas de analfabetismo, es decir que no saben leer ni escribir y lo único que puede hacer es firmar su nombre con las letras iniciales, algo que le costó aprender y lo hizo con ayuda de uno de sus hermanos durante su juventud.
A sus 87 años todavía trabaja la tierra cultivando el frijol, maíz y una variedad de frutales aprovechando la fertilidad de las tierras de su comunidad; dice que a sus hijos logró darles los estudios hasta sexto grado en la escuelita del caserío.
Encarnación no supo lo que es un día de clases en una escuela, pero él y su familia quisieron cambiar el futuro de la niñez y de los jóvenes de la zona al donar un terreno de 25 metros cuadrados para construir una escuelita. Fue la misma comunidad y su familia que lograron construirla: primero hicieron las tejas y el adobe para hacer la pequeña casa y después de varios años fue el Estado el que construyó una nueva infraestructura.
Umaña Ruiz no olvida una de sus oportunidades laborales que perdió por no saber leer ni escribir. Fue durante su juventud, cuando un amigo de la familia le consiguió una plaza de trabajo en Nicaragua. «Todavía recuerdo cuando a mi hermano le dijo un amigo que me traía una noticia de trabajo, que si había aprendido a leer y escribir me llevaría a trabajar; fue en ese momento que me lamenté».
Si bien no sabía leer ni escribir, con su trabajo en la agricultura logró comprar terrenos, construir tres casas y aportar un terreno donde funciona la escuela de la comunidad. Además se ha involucrado en reuniones para gestionar programas de apoyo para todo el caserío.
Historias que valen realmente que sean contadas y personas que se merecen un pedacito de cielo.
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