No sé cómo se llama. No conozco su historia ni los detalles de su vida, y tampoco logré ver con claridad su rostro. Pero hay algo que sí quedó grabado en mí: la fuerza silenciosa de una joven con ganas de salir adelante. A veces no hacen falta palabras para reconocer la determinación en alguien. Basta observar su actitud, su postura, la manera en que desafía el cansancio del día. Ella, anónima entre la multitud, es el reflejo de miles de salvadoreños que luchan contra todo pronóstico. Su presencia me dejó pensando en cuántas historias como la suya pasan desapercibidas cada día, sin cámaras ni titulares, pero llenas de una grandeza silenciosa.
La encontré en un cruce transitado, justo al final del paso desnivel del Bulevar del Ejército en Soyapango. Vestía con orgullo su uniforme de estudiante de enfermería del IEPROES y, al mismo tiempo, ofrecía botellas de agua bajo el sol inclemente, sorteando los carros que pasaban sin detenerse. No era una escena triste, al contrario: había en ella una dignidad que conmovía. Era el retrato del esfuerzo honesto, del deseo profundo de cambiar su realidad por medio del estudio y el trabajo. Una joven que no espera que las oportunidades lleguen por milagro, sino que las busca con las manos y el corazón abiertos.
Ni siquiera hace falta decir que se le debería apoyar, porque estoy seguro de que quienes la vean lo harán de manera instintiva. Su ejemplo inspira, porque nos recuerda que aún en medio de las dificultades hay quienes no se rinden. Ella no está esperando a que el mundo le dé algo; está saliendo a conquistarlo a su manera, con lo que tiene. Su lucha no pide lástima, sino respeto. Y eso, en un país donde muchos se quedan esperando, tiene un valor inmenso. Es precisamente ese tipo de actitud la que puede transformar comunidades, poco a poco, desde el ejemplo.
Y mientras algunos prefieren pedir sin moverse, esperando que alguien les resuelva la vida, hay jóvenes como ella que lo dan todo cada día. Estudia una carrera tan noble como la enfermería, y además trabaja con humildad y dignidad. Ella representa el verdadero espíritu de superación que tanto necesita El Salvador. Que Dios la bendiga y la proteja en su camino, porque personas como ella merecen llegar lejos. Son ellas las que nos dan esperanza, las que nos hacen creer que aún hay futuro, incluso cuando el presente parece tan duro.
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