Me acaban de llamar para informarme que la endocrinóloga que lleva mi tratamiento, tras haber atravesado cuatro operaciones por cáncer de garganta, no podrá atenderme hasta mayo del 2026. Esta situación es alarmante, ya que mis niveles de tiroglobulina requieren atención médica urgente. La semana pasada consulté con otro especialista debido a la gravedad de mi caso. Al pedirle a la persona que me llamó que me asignara una cita más próxima, su respuesta fue prepotente: me dijo que debía gestionarlo por mi cuenta, sin mostrar la más mínima empatía ante la urgencia de mi estado.
No es la primera vez que en el área de oncología se vulneran mis derechos de manera deliberada. Estoy plenamente dispuesta a hacer públicos los nombres de los responsables si esta situación persiste. Los pacientes con enfermedades graves no deberíamos enfrentarnos, además de nuestras dolencias, a la indiferencia e ineficiencia del sistema de salud. La negligencia médica en casos como el mío no solo es inaceptable, sino que puede costar vidas.
Siento que detrás de esta cadena de atropellos hay una intención oculta, tal vez incluso política, para dañar la imagen del presidente. A él me dirijo con respeto y firmeza: las obras físicas son valiosas, pero lo más importante de un país es su gente. No pueden tratarnos como si no valiéramos nada. Yo pago mi seguro médico de forma personal y merezco una atención digna. Las instituciones no pueden estar solo de adorno; deben funcionar y proteger la vida de los ciudadanos.
Por ello, pido con urgencia al presidente Nayib Bukele que me ayude, no solo a mí, sino a todas las personas que están pasando por situaciones similares. También le ruego a cada ciudadano que me incluya en sus oraciones. Esta lucha no es solo personal, es un grito de auxilio por un sistema de salud más humano, más justo y verdaderamente comprometido con quienes más lo necesitan.
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